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viernes, 20 de mayo de 2011

LAS REDES CIUDADANAS ESPAÑOLAS




El mapa objeto de comentario representa las principales ciudades y áreas urbanas españolas, y la relación que se establece entre ellas.

Las organizaciones de la jerarquía urbana española se basan en el tamaño y las funciones de las ciudades, y las áreas de influencia de las mismas. Podemos apreciar distintas categorías:

· Metrópolis nacionales (Madrid y Barcelona). La población supera los 3 millones. Las funciones están muy diversificadas. Estas metrópolis mantienen una estrecha relación con las metrópolis internacionales europeas y mundiales, gracias a una potente red de transportes.

· Metrópolis regionales. La población está comprendida entre 0,5 y 1,5 millones de habitantes y engloba a Valencia, Sevilla, Bilbao, Málaga y Zaragoza. Se asemeja al modelo de las metrópolis nacionales pero su influencia será tan solo regional y, además, tienen una interconexión potente con las dos metrópolis nacionales.

· Metrópolis regionales de segundo orden. La población está comprendida entre 200.000 y 500.000 habitantes. Su influencia es menor que la de las metrópolis regionales. Algunas conurbaciones urbanas, es decir, continuos urbanos desarrollados a partir de la unión de dos o más ciudades.

· Ciudades medias. Su población está comprendida entre 100.000 y 200.000 habitantes. Muchas de las ciudades medias son capitales de provincias, con una función administrativa dominante, universitaria o industrial especializada.

· Ciudades pequeñas. Son nodos de transporte de influencia exclusivamente comarcal. En Canarias, esta función la realizan en el ámbito de las islas periféricas sus capitales.

Las ciudades del sistema urbano se relacionan entre sí a través de flujos económicos o de influencia cultural, política,… La metrópolis nacional de Madrid ejerce una influencia considerable sobre el resto de las metrópolis regionales españolas, excepto el caso de Barcelona, con la que mantiene una relación de integración-competencia. La metrópolis de Barcelona tiene una influencia notable en el oriente peninsular de dominio. En cuanto al cuadrante noroeste peninsular, que es el de mayor nivel de desarrollo y funcional, cabe destacar que mantiene una relación relativamente intensa, aunque con cierta complementariedad productiva y funcional, en torno al Valle del Ebro y con conexiones con Madrid y Valencia. Además, es la zona que cuenta con la mejor red de transporte terrestre.

El sistema urbano peninsular se caracteriza por la existencia de una gran metrópolis central, Madrid, con intensas relaciones con las de la periferia y con un interior poco poblado. En la periferia podemos apreciar varios ejes urbanos:

· Eje atlántico gallego. Se extiende entre Ferrol y Vigo, incluyendo Santiago, A Coruña y Pontevedra. Especialización en la actividad comercial y es policéntrico.

· Eje cantábrico. Se caracteriza por ser discontinuo y relaciona la conurbación asturiana, Santander y el triángulo vasco. Se conecta con Castilla y el Valle del Ebro. Está marcado sobretodo por la actividad industrial.

· Eje mediterráneo. Se prolonga desde Girona hasta Murcia-Cartagena. Incorpora las metrópolis de Barcelona, Valencia y la conurbación Alicante- Elche, y las ciudades como Tarragona y Castellón. Predominan las actividades turísticas, industriales y comerciales.

· Eje del Valle del Ebro. Zaragoza, que se encuentra al centro, se conecta con las submetrópolis regionales de Pamplona y Logroño. Además, se encuentra bien conectado con las metrópolis de Madrid, Barcelona y el eje cantábrico a través de la Y vasca. Dominan las actividades industriales. Sistema monocéntrico primado.

· Eje andaluz. Se articula alrededor de dos subejes. Uno está en el Valle del Guadalquivir, con centro en Sevilla, y otro en el litoral mediterráneo, entre Málaga y Almería. Dominan las actividades agrarias, industriales y turísticas.

· Baleares. Está centrado en actividades turísticas, con centro en Palma y con relaciones internas con las islas menores, además de mantener unas relaciones bastante intensas con el eje mediterráneo.

En Canarias encontramos un sistema urbano policentrico, con dos centros, las conurbaciones o submetrópolis regionales de Santa Cruz de Tenerife-La Laguna y Las Palmas de Gran Canaria- Telde. Cada una mantiene una s relaciones administrativas y económicas relevantes con las capitales de las islas periféricas de cada una de las provincias. La actividad dominante es la comercial, aunque también destaca la administrativa.

EL TERRITORIO PENINSULAR



En relación con la situación, en la Península Ibérica es destacable que está el área mediterránea, en la suroeste de Europa, entre el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico de una parte, y en el extremo sur de Europa, muy cerca del norte de África.

I.1.- Área Mediterránea (región templada)

La Península está situada en el borde sur de la zona templada y cerca de los desiertos del norte de África; es decir, en el área mediterránea, entre los climas templados y los climas tropicales desérticos. Recibe masas de aire tropical y masas de aire polar y está bajo la influencia de las altas presiones subtropicales en verano (anticiclón de las Azores) y de las perturbaciones del frente polar sobre todo en invierno, pero también en otoño y primavera.

Esta situación tiene su traslación en el clima, la vegetación, los ríos, los suelos, los paisajes agrarios... Sólo el noroeste y la costa cantábrica tienen un clima oceánico o atlántico, con lluvias frecuentes y bosques densos. En el resto domina el clima mediterráneo que en el interior de la Península (Meseta, Valle del Ebro…) tiende a continentalizarse (mediterráneo continentalizado) con mayor amplitud térmica anual (inviernos más fríos y veranos cálidos).

Los cultivos tienen que adaptarse a los inviernos fríos del interior y a la aridez del verano (estío). Los agricultores luchan contra la falta de agua del verano: cultivando especies que crezcan antes de que llegue el período de aridez, cultivando especies xerófilas (olivo, vid, almendro...), extendiendo el regadío… El cultivo en regadío es propio del clima mediterráneo y aumenta espectacularmente la productividad del suelo en relación con el secano. Permite introducir especies que se adaptan bien a las temperaturas mediterráneas pero no a su aridez (huerta).

Los ríos son peculiares en relación a los restantes europeos: caudal escaso e irregular, y ninguno relevante nace fuera de la Península. Las lluvias torrenciales de primavera y especialmente de otoño pueden dar lugar a espectaculares desbordamientos.

I.2.- Entre dos mares (Mediterráneo y Océano Atlántico) y dos continentes (Europa y África)

Esta situación da lugar a consecuencias climáticas (físicas) e históricas (humanas)

Desde el punto de vista climático las aguas atlánticas tienen temperaturas moderadas en invierno y en verano por lo que las zonas bajo su influencia no conocen ni temperaturas bajas en invierno ni temperaturas altas en verano. En cambio, las aguas mediterráneas son tibias en invierno y cálidas en verano. Las zonas bajo su influencia tienen temperaturas suaves en invierno y altas en verano. Con carácter general, la costa mediterránea es más cálida que la costa atlántica.

La situación entre estos dos mares influye climáticamente en la gran variedad de climas que presenta la Península: desde el clima templado oceánico (noroeste y la región cantábrica) hasta climas semiáridos o subáridos con inviernos fríos (Submeseta norte, Valle del Ebro) o con inviernos suaves (sureste peninsular en Murcia y Almería).

Desde el punto de vista histórico, la situación peninsular ha influido en que se haya convertido en encrucijada terrestre y marítima de pueblos y civilizaciones: puente entre África y Europa y entre el Mediterráneo y el Atlántico. Fue receptora de la colonización de grandes civilizaciones de la Edad Antigua (fenicios, griegos, romanos…). Experimentó casi ocho siglos de ocupación islámica y dos estados que se asentaron en su territorio a finales de la Edad Media, Portugal y Castilla, tuvieron un protagonismo de primer orden en al expansión marítima de la Edad Moderna y especialmente en el descubrimiento, conquista y colonización de América.

II.- Configuración

Podemos distinguir cuatro elementos esenciales: carácter macizo, elevada altitud media, compartimentación del relieve y disposición periférica de las cadenas montañosas.

II.1.- Carácter macizo

Dominan las costas rectilíneas –excepciones, rías gallegas, Costa Brava…– y las aguas marinas apenas penetran en el interior. La relación entre la extensión de la Península Ibérica y la longitud de sus costas es pequeña, aproximadamente unos 130 Km2 por cada kilómetro de costa. Las regiones centrales de la Península Ibérica están muy alejadas del mar. Las aguas marinas sólo moderan las temperaturas en las zonas costeras y por ello en el interior el clima presenta caracteres de continentalidad (inviernos más fríos y veranos más cálidos que en las costas).

II.2.- Elevada altitud media

Casi dos tercios del territorio lo ocupa la Meseta, una altiplanicie interior de unos 600 m de altitud media, algo más la Submeseta norte que la sur. Incluso la altitud media española es algo mayor a la peninsular (660 m) lo que sitúa a España como el segundo estado europeo con mayor altitud media al exceptuando los minúsculos, solo por detrás de Suiza. A más altura, menos temperatura, lo que influye, en relación con la latitud, que la temperatura media anual de gran parte del territorio interior sea inferior, y en el caso del invierno, haya temperaturas tan rigurosas en el interior de la Península como en zonas bajas de la Europa centro-occidental (norte de Francia, oeste de Alemania…).

II.3.- Compartimentación del relieve

La unidad de relieve más extensa de la Península Ibérica es la Meseta que está compartimentada por la Cordillera Central y por los Montes de Toledo. A la vez, sus rebordes montañosos (Macizo Galaico, Cordillera Cantábrica, Sistema Ibérico y Sierra Morena) la separan del Valle del Ebro y del Valle del Guadalquivir. Además, el Valle del Ebro queda encerrado por el Sistema Ibérico, los Pirineos y el Macizo Catalán y el Valle del Guadalquivir entre Sierra Morena y las Cordilleras Béticas.

II.4.- Disposición periférica de las grandes cadenas montañosas

Su disposición (Pirineos, Sistemas Béticos, Cordillera Cantábrica…) aísla el interior. Sólo el oeste de la Submeseta Sur y el Valle del Guadalquivir se abren al Atlántico. Los Pirineos, verdadero istmo que une la Península con Europa, de hecho, más bien separa. Es una barrera montañosa casi infranqueable, salvo por los extremos costeros. Históricamente ha influido en que la gran mayoría de las colonizaciones sufridas por la Península han sido marítimas y no terrestres.

La disposición montañosa periférica también influye en:

La red fluvial: los ríos que nacen en estos rebordes montañosos salvan enormes desniveles en recorridos muy cortos y, por tanto, pueden tener episodios torrenciales frecuentes. Salvo el Ebro, los grandes ríos peninsulares tienen dirección con sentido este-oeste.

El clima: la posición periférica de las cordilleras, unida a costas rectilíneas, hace que la influencia moderadora de las aguas marinas sobre las temperaturas se limite a una estrecha franja y no llegue al interior. En el Valle del Ebro y en la Meseta el clima mediterráneo se continentaliza.

Las comunicaciones terrestres: la disposición periférica de los relieves montañosos complica el trazado de carreteras y líneas de ferrocarril y dificulta las comunicaciones entre las regiones litorales y las del interior. Las infraestructuras de transporte terrestre son de trazados complejos como consecuencia del relieve.